Por allí empieza la crisis de nuestro país desarticulado con la selva: el joven peruano concluye secundaria e ingresa a la universidad sin saber por dónde cruzan el Marañón o el Huallaga, qué es Contamana, Bagua o Nauta, donde están ubicados los machiguengas, qué es una sachavaca, una taricaya, una bubinzana o un pandisho. Por eso mismo, cuando hoy nuestros hermanos toman el estratégico puente de Corral Quemado (el enlace que une los grandes pueblos de Jaén y de Bagua), pues nadie sabe dónde exactamente está. Y cuando Pizango habla en Lima de sus ancestros achuares y surge con su sombrero de plumas amarillas y rojas, nadie entiende que tan misterioso sombrero es uno de los más finos, solemnes y tradicionales del Perú.
Cuéntenle a los niños los mitos de la selva peruana. Cambien caperucitas por otorongos negros. Amazonicemos la educación nacional. Rescatemos a los héroes de la selva, a los Vargas Guerra, a los teniente Pinglo, al indómito Juan Santos Atahuallpa. Porque al navegar la inmensidad del río Amazonas -más que visitar vicuñas y arbolitos de la quina - hará niños más intrépidos y orgullosos de su gigantesca patria.